Agradezco al Señor que, sobre todo en los últimos siete años, me ha permitido conocer más de cerca a varios músicos y cantantes católicos radicados en Lima, Perú. Gracias a la amistad y cercanía que ha surgido casi sin previsión, he podido conocer y disfrutar del trabajo que muchos hacen a favor de la evangelización por medio de la música.
A los dieciséis años de edad, cuando apenas me hube reencontrado con el Señor, nació en mí el deseo de cantar y animar en la fe a otras personas. Recuerdo que por esos años –fines de los 80’s- en los ambientes de Iglesia se escuchaba mucho a compositores litúrgicos de los 70’s con letras de alto contenido social, por decir lo menos. También estaban las canciones del P. Zezinho, cuyos temas me dejaron inquieto. Y luego me fui enterando de las canciones de un muchacho que ponía melodía a cosas poco usuales para ese tiempo en el campo católico, me refiero a Luis Enrique Ascoy. Apenas ingresé a la vida religiosa, un amigo me hizo escuchar uno de los primeros casetes de Ascoy y quedé impresionado. Debo explicar: yo provenía de un pasado rockero rebelde e inconformista. Así que no me fue difícil pasar de “Los Prisioneros” a las canciones de nuestro buen amigo y hermano que vive en el Rímac y del que muchos todavía cantamos el emblemático “Vida”.
Durante los años de estudios filosóficos, los seminaristas escuchábamos, cuando íbamos de paseo, a “Takillakta”. Luego irrumpió para nosotros la era de “Kairoi”, grupo de maristas españoles que con sus letras y melodías que invitaban a orar, cada casete de ellos fue para nosotros motivo de alegría y esperanza. Cuando estudiaba la teología, escuchábamos en el carro del seminario la antigua Radio del Pacífico y me sorprendía gratamente escuchar a varios cantantes evangélicos. Aún no teníamos noticias de Martín Valverde, del que luego conocí sus primeros temas allá por el 96’, cuando -en los albores de Radio María-, mi superiorme encomendó dirigir un programa radial los domingos al mediodía. Con un poco de P. Zezinho, de Ascoy, de Takillakta, de Kairoi y de Valverde pensé que allí acababa toda la música católica. Pero un tema trajo otro y un casete nos hizo descubrir otro, así descubrimos toda una serie de cantantes y compositores que nos han regalado muy buenos temas para diversos usos dentro de la fe católica. Es así que desde que fui ordenado sacerdote -1998- me
preocupé por adquirir variado material discográfico católico y hacerlo conocer por las comunidades donde he podido trabajar. Recuerdo algunos pequeños recitales con Eddy Pérez, Juan José Alva, Miguel Quiñones y Effetá en Santa Eulalia y luego aquellos dos memorables conciertos que organizamos en Cajabamba hace diez años con los Doich, Luis Alcázar y Miguel Quiñones.
Por regalo de Dios, actualmente me honro de tener como amigos a varios cantantes y músicos que sirven al Señor con diversos ministerios y carismas. Y ahora, luego de conocerlos más de cerca durante un poco de tiempo, quiero atreverme a decirles algo, con todo el cariño de un sacerdote que los ve como hermanos y amigos, compañeros en la misma batalla de renovar desde Jesucristo todas las cosas. Con el corazón abierto y también guiado por una gran preocupación pastoral quiero poner a su consideración lo que he observado, lo que se ha logrado y lo que creo que falta trabajar.
La situación
Es evidente que el Señor está suscitando un gran ejército de músicos y cantantes de Dios, esto es una bendición tremenda de Dios para Su Iglesia. Han surgido muchos músicos en estos últimos años y todos o casi todos con la misma inquietud de compartir la fe y ayudar a vivirla mejor. Es una obra del Espíritu Santo. Sobre todo si el trabajo musical casi siempre está unido al anuncio, por medio de la palabra, del misterio de Jesucristo. La música es un
buen vehículo para engancharse y para enganchar a otros en el camino de la fe. Casi en toda comunidad católica organizada hay algún encargado de música, sea de tipo litúrgico sea de tipo más evangelizador o de alabanza. Y los formatos están al alcance, todo sirve: desde un humilde bombo y una simple pandereta hasta un buen equipo de sonido y unos instrumentos más sofisticados.
Me alegra bastante el ver a varios músicos y cantantes católicos que con mucho empeño se meten con entusiasmo en este servicio. Naturalmente se trata de un servicio –ministerio le decimos por ello-, más que de una carrera o de un oficio.
Ser músico católico no es sólo un trabajo en el que uno hace algo para “ganarse la vida” sino una vocación, un llamado superior por el que una persona decide libremente lanzarse a un camino de fe para glorificar a Dios de un modo peculiar. En este camino se hace un pacto, una alianza, por medio de la cual Dios se compromete a velar por el músico y su familia mientras que el que es convocado se compromete a ser fiel, a no tener miedo y a dar lo mejor de sí para realizar el encargo recibido.
En este sentido, el músico católico no es una persona o un grupo de personas que se dedica eventualmente a cantar en misas o liturgias para percibir un dinero. Estos últimos pueden ser muy buenos músicos o cantores, pueden tener mucha clase y ser muy profesionales, pero no son gente llamada a esta vocación. Generalmente, estas personas son las que más emplean cantos no litúrgicos ni católicos en liturgias católicas. Son también los que se lucen
espléndidamente al cantar o al tocar sus instrumentos pero no provocan unción ni evangelizan: elegantemente vestiditos hacen su trabajo y punto, previo acuerdo monetario.
Yo en este artículo no me dirijo a ellos, aunque sería muy bueno que ellos pasen algún día a ser evangelizadores, podrían ayudar bastante a la vida de la Iglesia. Dentro de los actuales músicos católicos peruanos hay mucha riqueza de dones y carismas, existen muy buenas composiciones y sobre todo creatividad. Pero también tenemos puntos por revisar y quizá replantear, por ejemplo:
- No hay mucho interés de parte de los músicos reconocidos (o regularmente conocidos) por lograr una cierta organización o asociación. Junto con algunos,
desde el año 2017 estamos promoviendo un camino de formación espiritual y doctrinal por medio de retiros espirituales y jornadas, pero el resultado aún deja que desear: poca asistencia a los eventos convocados y poca acogida de un instrumento que podría dar muy buenos resultados: la web de Músicos Católicos del Perú (www.musicoscatolicosperu.com). - Observo que la propuesta actual es en alguna medida de música reflexiva y testimonial. En el Perú recién va forjándose una propuesta católica de música para orar y adorar. En el campo litúrgico la situación es todavía más preocupante: vemos que casi no existe producción peruana de música litúrgica. Yo conozco sólo un trabajo hecho en el Perú pero data de hace ya buenos años.
- Muchos –o quizá todos- manejan el rubro de canciones para “animación”, pero los temas que se manejan en este rubro tienden a ser superficiales. Pienso ahora en los grupos de catequesis en los que por ejemplo no se sale del tema del tiburón, de la pulga cristiana o de la sandía grande y gorda gorda. Ciertamente la animación debe ser algo muy ligerito, pero ¿no podríamos hacer algo para que nuestras animaciones sean un poquito más cristianas y dejen más huellas de fe? A veces con el tipo de canciones que cantamos damos la impresión de que sostenemos una fe que no tiene mucha base razonable o profunda. En este sentido soy testigo de la desilusión de muchos que buscan algo más y que escuchando ciertas canciones se quedan con una desagradable sensación.
- Existe un persistente “coqueteo” con la música protestante o de evangélicos. Es verdad que debemos tender puentes con los hermanos esperados, sin embargo eso no tendría que significar que perdamos nuestra identidad propia, la que necesariamente se manifiesta por medio de lo que cantamos. En no pocos cancioneros parroquiales o incluso de comunidades apostólicas más comprometidas –incluidas algunas comunidades religiosas- no falta la presencia de varias canciones no católicas, ni qué decir de algunos cantos de evangélicos que se usan abusivamente en la liturgia católica…
- Se crea mucha música católica pensada para eventos o conciertos masivos. Da la impresión de que se piensa poco en los grupos pequeños, en la gente sencilla, en los lugares humildes, en las comunidades que no tienen equipos. Y, aunque a veces no parece, nuestra Iglesia es pobre (todos los que hemos trabajado pastoralmente lejos de la gran Lima lo sabemos bien).
- A veces me parece que el sueño secreto de algunos músicos y cantantes católicos sea el de llegar a ser como Martín Valverde, Alfareros, el Grupo Emmanuel y su Cielo Abierto o llegar a ser como Jesús Adrián Romero o Marcos Witt, pero católico, claro.Es verdad que debemos dar a Dios lo mejor y que debemos pensar en grande, pero en lo personal, cada vez se me hace más verdadero aquel evangelio en el que Jesús dice que sus discípulos son un “pequeño rebaño”. Cierto que hay momentos y eventos que son y deben ser multitudinarios, pero eso no sucede ni cada mes, ni cada año. ¿No estaremos siendo un tanto mundanos ansiando ‘grandezas’ que no tienen mucha relación con el Evangelio? ¿Llenar un estadio significa llenar el cielo de personas salvadas? ¿Será que a veces nos importa muy poco el cultivo de la fe en la gente y lo que queremos es apropiarnos de un público cautivo? No sea que por buscar excelencias poco evangélicas perdamos oportunidades de oro para evangelizar en las periferias o a los tres o cuatro de la parroquia o a “los de siempre”. Hay algunas iniciativas muy creativas y valiosas, pero aún son muy pocas.
- Vamos a los contenidos y el mensaje. He podido ir a varios recitales y conciertos católicos realizados en Lima. No he san Pablo). ¿Por qué no apostar por canciones de letra sencilla, en las que se repite una frase significativa? Esto podría ayudar mejor a la oración y la adoración. Quizá falte una meditación más cotidiana de la Palabra de Dios. Con la Palabra de Dios y con una mayor apertura al Espíritu Santo podría haber una mayor unción a favor de la evangelización.
- Al error del “aparataje”. Me explico: Vas a un recital o concierto y notas que la mayor preocupación es la de los equipos. No falta el guitarrista que le da todo el volumen a su instrumento. Fotos van y vienen. Los mejores equipos y aparatos, con “plomos” a la orden. Un obsesivo interés en los equipos, las marcas, las tendencias, en “lo último” que hay en el medio. Algunos piensan por ello que un retiro de músicos católicos debe ser sí o sí unos días para ponerse al día en el aspecto técnico y estratégico. ¿Qué podemos pensar de una música que pretende evangelizar cuando sus autores no tienen mayor interés en lo espiritual? ¿De qué trata el Retiro? ¿Es para orar, de silencio, para adorar al Santísimo? Uyyy, no puedo brother, ya tengo llena la agenda….
- En cuanto a la relación y colaboración con la pastoral eclesial, veo que en general los músicos católicos van por un lado y la pastoral eclesial va por el otro. ¿No sería bueno tender puentes más sólidos y concretos? ¿No podríamos contribuir así a la mayor vitalidad de la Iglesia? Cuento un detalle que observé hace poco: en un retiro de confirmación al que me invitaron a compartir un tema pude ver que el cancionero preparado por los catequistas recogía varias canciones de “animación” de las que he comentado antes (del tiburón, de la pulga, de la sandía, etc.), también había variascanciones de evangélicos y otras no litúrgicas pero consideradas para la Misa. Sólo había una canción de música católica de evangelización… Sucede que los mismos catequistas mayormente no conocen de los nuevos músicos y cantantes católicos peruanos, por lo mismo no los promueven ni se enteran mayormente de los recitales o conciertos. Muchos párrocos abren bien grande los ojos cuando les hablo del tema:
- “¿Existe música católica contemporánea?”, me dicen asombrados. En varios ambientes pastorales la música católica contemporánea simplemente no es conocida. ¿Y qué hacemos cuando los evangelizadores son los primeros consumidores de música profana?
- Una palabra más acerca de la música litúrgica que usamos en muchas de nuestras parroquias. En general, se usan cantos e himnos antiguos y a veces con letras que no son las mejores. ¿No podrían los músicos católicos contemporáneos ofrecer a la Iglesia una nueva bocanada de aire fresco con nuevas composiciones litúrgicas nacidas en el Perú? ¿Se atreverá alguien a componer alguna nueva “Misa” en nuestra lengua y con marca nacional? Sé que entre los músicos católicos actuales existen personas con una gran capacidad para hacer buena música para Dios. Yo estoy seguro que muchos párrocos agradecerían bastante nuevas y buenas composiciones litúrgicas. Esta sería una concreta y muy valiosa aportación a la vida eclesial.
- Una peligrosa tentación: Aguar la fe. Me explico: Un músico o grupo de músicos discierne que ellos ciertamente son católicos pero no quieren hacer música con etiqueta católica, no quieren meterse mucho ni hablar directamente del tema y entonces se les ocurre una genial idea: cantemos al sol, a la luna, a los ríos, a las flores, a la madre tierra, a las estrellas, a la vida, al fuego, a la flora y a la fauna… Al final, ¿evangelizan? ¿naturalizan? Yo les sugeriría que entonces no se presenten en eventos de evangelización, que vayan a una plaza pública o a un lugar donde se vive según los preceptos de la New Age.
Algunas sugerencias para el camino que se tiene por delante:
- Se debe dar paso a una asociación o una red de músicos católicos en el Perú con el objetivo de unificar esfuerzos, fortalecer la web ya existente –y gratuita-, tener una coordinación de eventos y hacer un plan de evangelización en base a algunos eventos especiales.
- Dar paso a una mayor formación espiritual y doctrinal acogiendo las iniciativas ya existentes del Retiro Espiritual anual, por lo menos dos jornadas anuales de formación y algún curso en base a un tema concreto. Seguramente varios músicos cuentan con asesoría espiritual y pastoral, pero me pregunto si no sería también necesario unificar algunos puntos de formación espiritual y doctrinal.
- Dar paso a nuevas apuestas en la fe. Seguramente no todos están llamados a esto pero sé que varios sí lo están, ¿a qué me refiero? A lanzarse a evangelizar por medio de la música y el arte a tiempo completo asumiendo el riesgo de la fe. Si hay más gente dedicada a tiempo completo a este servicio, el resultado puede ser mucho mejor. Hay mucha diferencia entre la música que hace un músico católico part-time y otro músico católico que dedica todas sus fuerzas, tiempo y capacidad a este servicio. En general, en la Iglesia carecemos de personas que se metan de lleno a las cosas de Dios, el temor nos invade y nos paraliza. Por eso hay tan pocas vocaciones religiosas y sacerdotales y hay poco compromiso real con la fe de parte de los laicos. Es hora de dar paso a la confianza y a la fe verdadera. El verdadero profetismo se traduce en una opción radical de vida.
- Dar paso a la elaboración de música para:
- Una evangelización más centrada en Jesucristo. ¿Caeremos en el peligroso engaño de querer evangelizar sin presentar al que es la Buena Noticia? Lamentablemente sí existen los cristianos sin Jesucristo.
- La oración y la adoración. Se hace un buen trabajo en otros países, ¿por qué no hacer más de este tipo de música en el Perú y para el mundo?
o La liturgia de la Misa. Es un área en la que hay mucho por hacer y en la que se puede dar mucha gloria a Dios. Debemos hacer algo muy concreto para erradicar la confusión que a veces existe en cuanto a qué música o qué temas son litúrgicos o válidos para nuestras celebraciones de fe.
- No ceder a esa insidiosa tentación de querer evangelizar sin el Evangelio o de esparcir la Palabra sin mencionar la Palabra. También como evangelizadores y servidores de Dios con la música podemos caer en la tentación de pretender ser muy respetuosos con los no creyentes, tanto que ya no anunciemos el Evangelio como Dios nos lo pide, en respeto, pero también con decisión y audacia.
- Dar paso a una nueva creatividad para preparar mini-recitales o mini-eventos en lugares públicos y con poco andamiaje. ¿Saldremos a callejear el Evangelio o seguiremos soñando con mega-eventos y entradas que se venden en teleticket y con nuestros grandes y brillantes nombres grabados en los boletos?
- Dar paso a la inserción de la música católica contemporánea en el ámbito de la pastoral, sobre todo en los retiros de jóvenes y en las jornadas de evangelización. Estoy convencido de que los mejores tiempos para la fe católica están por venir –persecuciones mediante-, pero no vendrán si nosotros no nos ponemos las pilas. Será necesario mejorar nuestra visión y purificar nuestros apostolados de cualquier mirada o medida “mundana”.